martes, 9 de mayo de 2017

Una tarde

Llegué ahí donde
nos miramos por primera vez;
nunca te olvidé, nunca te olvidé.

Los rayos del sol
acariciaban mi frío corazón,
temblaba mi razón sin tu mirada.

Te extraño, sí te extraño;
esos ojos de miel, esa sonrisa
que se perdió al anochecer.

Y tú no estás, te llamo
y no estás, dame al menos
una señal que estás.

Una tarde, dejé mi ser en tus manos
que me hacen esclavo
de tu cuerpo y alma que ama.

Déjame llegar a ti
no te pierdas sin mí,
llévame a ti.

MGabriel Portilla México

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