miércoles, 23 de marzo de 2016

Meghan Finn

La historia de Meghan Finn prueba que las limitaciones impuestas por la naturaleza no son un obstáculo para llevar una vida con grandes logros y realizaciones. Meghan padece una alteración genética que es conocida con el nombre de “Síndrome de Williams”, un trastorno que se presenta en uno de cada 20 mil recién nacidos. Consiste en la falta de 20 genes, en el brazo largo del cromosoma 7.
La consecuencia de esa carencia es que quien la sufre también presenta deficiencias en el desarrollo cardiaco y cognitivo. Son personas que tienen dificultad para aprender. Les cuesta mucho desarrollar el pensamiento abstracto y muestran deficiencias en el razonamiento espacial. Esto hace que su coeficiente de inteligencia esté 35 puntos por debajo de 100, en las mediciones estándarizadas de esta escala.
Por compensación, quienes padecen el Síndrome de Williams suelen tener una particular disposición para la música. Ese es el caso de Meghan, quien desde muy pequeña seguía la melodía de las canciones y las repetía a puro oído en un piano. La música la atraía poderosamente y no solamente le aportaba serenidad, sino que también era su gran recurso para expresarse.
Afortunadamente sus padres siempre se mantuvieron atentos a todos los caminos que pudieran contribuir a mejorar las capacidades y las condiciones de vida de la niña. Su madre, Liz Costello, había sido informada del trastorno por los médicos, cuando Meghan tenía apenas 18 meses de edad. Le advirtieron, además, que su hija probablemente sufriría deformaciones en el rostro a medida que creciera.
Para cualquier padre o madre del mundo es profundamente doloroso un diagnóstico de ese estilo. Los Finn estaban básicamente estaban obligados a asimilar que Meghan iba a sufrir limitaciones de por vida y que, eventualmente, también sería afectada por deformidades físicas. Aun así, estos padres en particular estaban dispuestos a pelear.
Liz Costello inscribió a su hija en una escuela de educación especial. Pero también la hacía participar en la escuela regular, porque estaba convencida de que la niña aprendería mucho observando a los demás niños y a la maestra. Meghan tuvo altibajos en los grados medios, pero gracias al apoyo, la psicoterapia y los masajes recuperó el entusiasmo.
Las personas que padecen el Síndrome de Williams tienen una personalidad que contrasta con las limitaciones cognitivas. En general son muy sociables y extrovertidos. Suelen tener gran capacidad lingüística y les encanta conversar con los demás. Pero al mismo tiempo tienen dificultad para interpretar las señales que emiten sus interlocutores. No son capaces de reconocer una actitud airada o de rechazo. Para ellos, la persona que tienen al frente siempre es amigable.
Viven en la paradoja de percibir el entorno social como una realidad en la que nadie es un extraño. Pero a la vez, les resulta prácticamente imposible entablar una amistad verdadera, dado que son incapaces de reconocer plenamente la subjetividad de los otros.
Contando con todo esto, Meghan Finn y sus padres buscaron salidas y las encontraron. Durante un curso de música el profesor Howard Lenhoff les indicó que la voz de la niña era muy hermosa y debía ser aprovechada. Así fue como Meghan selló un pacto definitivo con el maravilloso mundo de la música.
Entre 1997 y 1999 logró vivir sola, lejos de sus padres, gracias a un programa especial en la Universidad Nacional Louis de Illinois. Pero eso no es todo. Actualmente es una verdadera estrella de la canción dentro del “Mundo Williams”. Grabó un CD y ha tenido cientos de presentaciones en el escenario. Colabora con fiestas benéficas y entretiene al público con sus historias cada vez que toma el micrófono.
Ella y su madre son invitadas con frecuencia por diversas instituciones para que hablen acerca de esa travesía, en la que han hecho gala de su tenacidad. Meghan finalmente no sufrió ninguna deformación en su rostro y hoy es una mujer de 30 años que se siente igual a las personas llamadas “normales”. Al fin y al cabo la vida se trata de que cada quien haga lo mejor posible con los recursos que la naturaleza otorga al momento de nacer. Y Meghan lo logró.

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿En qué centró Meghan Finn su atención y sus energías: en sus limitaciones o en sus posibilidades?. ¿Podía haberse decidido por la otra opción?, ¿a qué punto habría llegado?.
  • ¿Qué nos enseña la experiencia de esta mujer?.
  • ¿Qué hacer con nuestras limitaciones?, ¿y con nuestras potencialidades?. ¿Cómo alcanzar lo que deseamos a pesar de nuestras limitaciones?.
  • ¿A qué puedes comprometerte hoy para crecer en tenacidad?.

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