domingo, 16 de marzo de 2014

Escucha, Dios

Yo nunca hablé contigo.
Hoy quiero saludarte: ¿Cómo estás?
¿Tú sabes? Me decían que no existes,

Y yo, tonto, creí que era verdad.
Anoche ví tu cielo. Me encontraba
oculto en un hoyo de granada...

¡Quién iría a creer que para verte
bastara con tenderse uno de espaldas!
No sé si aún querrás darme la mano.

Al menos creo que me entiendes.
Es raro que no te haya encontrado antes,
si no en un infierno como éste.

Pues bien... ya todo te lo he dicho,
Aunque la ofensiva nos espera
para muy pronto... Dios, no tengo miedo
desde que descubrí que estabas cerca.

¡La señal!. Bien, Dios, ya debo irme.
Olvidaba decirte... que te quiero.
El choque será horrible... En esta noche,
¡quién sabe! tal vez llame a tu cielo.

Comprendo que no he sido amigo tuyo,
pero... ¿me esperarás si hasta ti llego?.
¡Cómo!. Mira, Dios, ¡estoy llorando!.

Tarde te descubrí... ¡Cuánto lo siento!.
Dispensa: debo irme... ¡buena suerte!.

(Me resulta raro... sin temor voy a la muerte...).

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿De quién está hablando esta plegaria?. ¿Dirías que es un "discurso aprendido" o es "algo que sale del corazón?, ¿en qué lo notas?.
  • ¿Es así la oración?, ¿se puede orar hablando con Él sin tener nada preparado?, ¿qué valores encuentras en esta oración espontánea?.
  • Entre las personas, cuando no tenemos confianza, solemos "prepararnos bien antes de hablar"; ¿necesitamos hacer eso también con Dios?, ¿necesita Él de un discurso perfecto... o basta con hablarle desde el corazón?.
  • ¿A qué te comprometes hoy para "estar con Él"... aunque sea a ratitos, de esta forma natural y espontánea?.

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