miércoles, 31 de julio de 2013

Cada cosa tiene su ritmo

A todos nos gustaría que las cosas siguieran el ritmo que queremos: progresar rápido en cualquier actividad, reunir fácilmente el dinero para comprar algo que nos gusta, aprender al instante a usar el trompo y el yoyó y resolver de golpe los problemas de nuestra familia. Sin embargo, cada proceso que ocurre en el mundo tiene su propio ritmo y debemos aprender a reconocerlo. Si no esperas el tiempo indicado para sacar las galletas del horno, van a quedar crudas; si no aguardas a que seque el pegamento del modelo que estás armando, se deshará en tus manos; si no te cuidas de la gripe el tiempo necesario, se convertirá en una enfermedad más delicada. ¡Las plantas no crecen porque a ti te urja!.
La paciencia, en un sentido, consiste en comprender ese ritmo y aguardar, simplemente, a que los procesos se completen. En otros casos, lo que requiere de ti es que la combines con la constancia, sobre todo cuando se trata de una habilidad que quieres adquirir o de un objetivo que deseas alcanzar. Por ejemplo, aprender a nadar requiere que durante un buen número de meses entrenes frecuentemente hasta que sepas hacerlo bien. Otro valor relacionado con ella es el esfuerzo. Para conseguir objetivos importantes no basta con un instante, sino el paciente esfuerzo de muchos años.

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO:
  • ¿Te consideras una persona "paciente", es decir con "paciencia"?. Pon ejemplos de ello; también de esas ocasiones en que algo se ha piciado por falta de paciencia.
  • ¿Consiste la paciencia en quedarse de brazos cruzados para que sea efectiva?, ¿qué hay que hacer además de "saber esperar", según nos dice el texto anterior?.
  • ¿Cómo ejercitar la paciencia: con nosotros mismos, con nuestros hijos, con todo aquello que necesitemos hacer?.
  • ¿Qué compromiso concreto puedes adoptar hoy para aprender a tener más paciencia y que ésta no sea estéril sino fructífera?.

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